

En el trabajo creativo hay un momento que nunca deja de pesar, entregar una propuesta y escuchar del cliente: “Está horrible”. Y los que nos dedicamos a esto estamos acostumbrados a los cambios. Siempre hay feedback, siempre hay correcciones y eso es parte del trabajo; pero a veces es más difícil aceptarlo.
Hace poco en Posting nos entregamos de lleno a un proyecto: guiones, videos, diseños; un montón de trabajo que requería cabeza, tiempo y energía. Por el brief inicial, estábamos convencidos de que íbamos por buen camino, y llegó el momento de mostrarlo.
El feedback fue:
“Qué horrible. Todo está mal.”
Fue un juicio demoledor, nos hizo sentir que nada de lo que habíamos hecho tenía valor. Y obvio la primera reacción fue frustración, porque detrás de cada entrega hay tiempo, talento y esfuerzo. Y que todo se reduzca a un “no sirve” desmotiva a cualquiera.
El feedback del cliente no siempre será claro, ni amable, ni fácil de digerir. Y por más que quisiéramos, no podemos controlar ni sus palabras ni sus pensamientos. Lo único que podemos controlar es cómo respondemos nosotros. Sí, nos frustra y nos quita energía. Pero también nos recuerda que el trabajo creativo siempre está expuesto, que nunca habrá control total sobre cómo lo recibe el otro. Hoy sabemos que un “está horrible” no define nuestro trabajo, pero sí nos recuerda que la resiliencia también hace parte del oficio.
Un equipo creativo no puede eliminar el feedback negativo (porque siempre va a llegar), pero sí debe saber cómo levantarse después de escucharlo para seguir creando.
Al final, esta no es solo una anécdota nuestra.
Es un reflejo de cómo funciona gran parte de la industria creativa: plazos cortos, expectativas altas y feedback que muchas veces se da sin contexto ni empatía.
Y aunque duele, también abre la conversación:
¿Cómo podemos construir una cultura de feedback más sana en el mundo creativo?
Una donde la crítica no destruya, sino que impulse mejores ideas.
